EL MITO
DEL CARRO ALADO
El alma es como el conjunto formado
por un par de caballos alados y su auriga. En el caso de los dioses, los dos
caballos son buenos y de buena raza; en el caso de los mortales, uno de
los dos es también así, el otro es lo contrario.
Gracias a sus alas, las almas de los
dioses se mueven por la bóveda celeste, y salen a fuera, y se detienen sobre
ella, hasta que el movimiento de rotación las vuelva dejar en el mismo punto;
durante esa instancia contemplan lo que esta fuera del mundo sensible, lo ente,
y ese es su festín y su regalo.
Las almas de los hombres, por la
dificultad de conducir el carro (uno de los dos caballos es díscolo),
difícilmente logran seguir a las de los dioses; apenas llegan a sacar la cabeza
fuera de la bóveda del cielo y ver, más o menos; la que logra ver algo, queda
libre de sufrimiento hasta la próxima revolución, porque la presencia de lo
ente es el alimento para "lo mejor" del alma; pero, si el alma no ha
conseguido ver, sino que, por el contrario, en la lucha ha sido derrotada,
pierde las alas y cae a tierra, donde toma posesión de un cuerpo, que, por la
virtud del alma, parecerá moverse a si mismo. Si, de todos modos, el alma ha
visto alguna vez, no será fijada a un cuerpo animal, sino a un cuerpo humano, y
según que haya visto mas o menos, será fijada al cuerpo de quien haya de ser
una u otra cosa; la de que haya visto más, será el alma de Un amante de la
sabiduría o un cultivador de las Musas o del amor; la segunda será el alma
de un gobernante obediente a la ley, y así hasta la octava que será la de un
sofista, y la novena, que será la de un tirano.
Al final de una vida, las almas son
juzgadas y hasta completar un milenio llevan, bajo tierra o en un
lugar del cielo , una vida concorde con los merecimientos de su vida
terrena. Transcurrido el milenio, volverán a la superficie de la tierra, pero
esta vez cada uno escogerá el tipo de vida que quiere, en qué clase de cuerpo
ha de ser plantado; así cada uno elegirá libremente según su propio carácter y
su propio valor; puede ser que alguna decida ir a parar a un animal: se le
concederá porque esa es su decisión.
Ningún alma recuperará las alas
antes de diez mil años, a no ser la que se haya mantenido durante tres
generaciones sucesivas en el estado de amante de la sabiduría o de la belleza.
Nos recuerdan las clases de antropología con el maestro Gustavo
ResponderEliminarComo comenta la dra Rocio nos hace recordar las lecturas de antropologia
ResponderEliminarUn escrito reflexivo y filosófico.
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